Reconocimiento

Es de ley reconocer la autoría de la escultura que consta como imagen de cabecera de este blog: Se trata de la obra "Mujer en la pira" de la artista Kiki Smith.

miércoles, 3 de abril de 2013

La Mancha



     La tarde lluviosa invitaba a quedarse en casa, así que dediqué parte de ella a escanear viejas fotos para archivarlas en mi PC. Siguiendo un orden preestablecido, seleccioné el álbum donde guardaba las instantáneas que tomé en aquel viaje a Francia en el verano de 1973. A medida que progresaba mi trabajo, iba recreándome en las imágenes: Hugo con su pelo afro y yo con una larga melena, en un camping; los dos con Marie y Sylvie, dos francesas que conocimos haciendo auto-stop; las típicas fotos en París delante de la torre Eiffel, en un puente sobre el Sena... pero al pasar una de las páginas del álbum, observé que faltaba una foto y su lugar lo ocupaba una mancha grasienta. Escaneé de todas formas la hoja completa y el hueco manchado se reveló en el ordenador como una espléndida foto en la que yo posaba en la puerta de un cine parisino, cuya cartelera advertía el título de la película: “El último tango en París”. Pero no estaba sólo. Dos siluetas que pude identificar, me rodeaban: Marlon Brando pasándome un brazo por el hombro y María Schneider mirándome sonriente. Haciendo zoom, pude ver otra figura desdibujada detrás de nosotros: Bertolucci provocando una "peineta" con su mano.

lunes, 25 de marzo de 2013

Diario de Invierno -Paul Auster-



Acabo de leer "Diario de Invierno" de Paul Auster, autor de los que suele visitar mi biblioteca con relativa frecuencia. Me ha llamado la atención su escritura en segunda persona, algo, para mí, difícil de mantener a lo largo de una obra. Me he sentido cómplice de su biografía novelada ya que tenemos una edad parecida (Paul es algo mayor) y, salvando las diferencias, no deja de recordarme una época de connotaciones generacionales similares. Tengo en mente señalar en un plano de Nueva York  los diversos lugares de residencia que el autor va recorriendo a lo largo de la obra y en lo que se basa fundamentalmente la novela (que incluye sus otros domicilios, tanto en EE.UU. como en Europa) Además, quiero animarme y animar  a mis colegas de taller en nuestro ejercicio fin de curso, o sea, esa novela que a todos se nos resiste. Por qué digo esto: porque Paul Auster rellena algunas páginas con descripciones superfluas (por ejm, qué objetos puede asir uno con sus manos, citando una gran cantidad de posibilidades) Es una pena pero tengo estropeado el scaner y no he podido adjuntar esa y otras páginas al respecto.

 En definitiva, recomiendo este libro que, sin duda, nos ayuda a conocer mejor a su autor, su sensibilidad, su ideología y en suma, cómo enfoca su pasado y cómo presiente su futuro.


jueves, 14 de marzo de 2013

Precaución

    Esta tarde, a las cuatro y media, está previsto un robo en mi casa. He pasado la mañana preparando el terreno, así que oculté en la leñera parte de los objetos que estimo más valiosos y repartí entre los vecinos algunas joyas y dinero. Con indisimulada estrategia, he guardado en un cajón, bajo unos papeles, un reloj chapado en oro que apenas uso, algunos billetes y un rimero de monedas para que puedan ser localizados sin necesidad de una exhaustiva batida. También he dejado a mano mi colección de discos y películas cuyo traslado me ocuparía demasiado tiempo y esfuerzo. No he corrido el cerrojo de la puerta principal ni el pestillo de la portezuela que da al jardín. Para qué tomarme la molestia: las ventanas son fácilmente accesibles y cualquier cuidado extra resultaría estéril. Tras un liviano almuerzo, me he recostado en el sofá intentando vencer la somnolencia que me sobrevuela. Miro el reloj: las cuatro y veinticinco. Cierro los ojos y espero. Con puntualidad suiza, oigo el "crag" de un cristal y el crujir del suelo entarimado quejándose de unos pasos que pretenden ser silenciosos.




lunes, 11 de marzo de 2013

Medardo Fraile



Ha muerto el escritor madrileño Medardo Fraile en Glasgow (Escocia) donde residía. Dominaba con soltura el cuento del que decía que era el género más directo pues si bien la novela puede tener hojas de relleno, el cuento no permite tener una sola línea superflua. Resaltaba lo siguiente: "En mis cuentos es más importante lo que ocurre por dentro de la narración que lo que sucede por fuera, los personajes están perfilados y predestinados a afrontar una serie de acontecimientos, y la conclusión queda siempre abierta a la posibilidad de que el lector determine el final".

Aunque no muy conocido, es considerado como uno de los cuentistas más valorados desde la postguerra.

Se enmarca en la generación del medio siglo, junto con Ignacio Aldecoa, Carmen Martín Gaite, Sánchez Ferlosio, Ana María Matute o Jesús Fernández Santos, entre otros.


El motivo de traer a este blog la figura de Merardo Fraile, además de un merecido homenaje a su trayectoria literaria, es la de recordar a los "piráfulos" aquella tarde en el taller en la que analizamos unos de sus cuentos: "El album" que añado para su relectura.




Medardo Fraile 


El álbum, de Cuentos de verdad


" Entraron aprisa en el café y se sentaron. La impaciencia les encendía los ojos al dejar el paquete sobre la mesa. Ella, apenas sentada, comenzó a abrirlo, mirando con amor, alternativamente, la cinta roja sobre el papel y el rostro de él con ligero orgullo protector y expectante. 

-¿Qué van a tomar?

-Café con leche. ¿Y tú?

-Lo mismo.

En la mesa apareció con pastas de color azul marino, como el traje de los días señalados, el álbum de las chocolatinas. Era un gran día. Habían hablado de él como se habla de cuando llegará un niño. Aquel álbum representaba el tesón del novio en su niñez, que había reunido una estampita tras otra hasta cubrir todas las ventanillas sin paisaje de aquel libro difícil. 
Sus compañeros de colegio -él lo recordaba- habían dejado en el álbum huecos de desamor y desidia. Y el álbum, ahora flamante sobre la mesa, mostraba la solicitud en el tiempo de un hombre cuidadoso, fiel toda su vida a sus más inocentes alegrías, al objeto de su ilusión más nimia. Para la novia, aquel álbum implicaba tesón y constancia. Tenían sobre la mesa el café con leche del amor humilde, pero tenían también dentro del libro las maravillas todas del Universo, y se pusieron a deshojarlas con lentitud amorosa, como si en ello les fuera su felicidad, el sí o el no. 

-No: hoy "Las Mariposas", no -decía ella con tremendo gozo-. Hemos visto ya "Los Grandes Inventos".

Cada hoja les aproximaba, día tras día, un poco más. El día de "Las Mariposas", ella balanceó sus pestañas en el aire hacia un hombre joven que estaba enfrente sentado, y él-el novio&- tuvo celos. Pero ella ni había mirado siquiera a aquel hombre: quería simplemente mariposear con sus finas pestañas. El día de "Las Aves Domésticas" proyectaron un canario naranja transparentándose en el hogar que tendrían, en la ventana con sol: "Mejor, blanco", insinuaba él. "No, tiene que ser naranja", decía resuelta ella, entornando los ojos como si le dañara el agridulce color del pájaro. En "Las Aves Exóticas" pusieron sobre el pelo de ella, suave, un sombrerito atrevido de vistosas plumas en una tarde con risa en el mundo, y champaña y "confetti". En "Flores para Regalo" él la obsequió con doce tulipanes para que no olvidara alguna cosa. Al llegar a "Animales Prehistóricos", tuvo ella miedo y se acercaron más. Él quiso continuar más días viendo "Los Animales Prehistóricos", pero ella se negó y entró en la hoja rutilante de"Las Piedras Preciosas". Ante "Las Piedras Preciosas" él anduvo receloso por sentimiento atávico. Veía en los ojos de ella cierta cortesana desfachatez, ciertas desmesuradas pretensiones, que le tuvieron en desazón toda la tarde y que interpuso entre ellos una pastosa frialdad anfibia. En "Las Algas" enredaron sus dedos, manos, brazos, miradas y palabras. Con "La Evolución del Automóvil" lo pasaron bien, dieron saltos y frenazos bamboleantes sobre sus sillas. Con "Las Fieras" se identificó ella de tal forma, que los ojos se le llenaron de instinto y él se encontró como un domador trágico que de un instante a otro podía perecer. Con "La Fauna del Mar" cruzaron una y otra vez por los ojos de él y de ella los peces cariñosos, perezosos, suaves, del amor, y estuvieron pasando toda la tarde mansa, humildemente. Al llegar a "Las Frutas", ella, con un rubor, posó su mano sobre las manzanas para que él no tuviera ningún pensamiento avanzado, para que no pensara como Adán. 
Terminaron el álbum, y estaban tostados y palpitantes como después de un largo viaje. Era como si volvieran con los mismos recuerdos de una luna de miel respetuosa. Ella esperó todos los días -sobre todo el último- a que él dijera: "El álbum para ti, te lo regalo." Pero no lo hizo. Llenar aquel libro de cromos había sido la gracia de su niñez, le había proporcionado entrada de honor en todas las visitas. Y cogió su álbum y se lo guardó. Ella, de haberlo tenido, le habría devuelto su regalo en palabras llenas de entendimiento y colores, en experiencia del mundo, en primores de planta y honduras de mar. Pero así las tardes fueron enfriándose, se aburrían y hacían tos de las palabras rotas. Y un día ella -que se había enamorado de aquel álbum- le dijo adiós a él. Y él tendrá que sacarlo de nuevo en su vida, cuando llegue la hora, sin atreverse a regalarlo nunca. "

miércoles, 6 de marzo de 2013

Plumas de papel



     El alboroto partía de mi biblioteca. El zumbido, similar al de un enjambre de abejas gigantes, era ensordecedor y se acompañaba de golpes secos sobre paredes y muebles. Cuando abrí la puerta, rozaron mi cabeza varios libros con las pastas abiertas dando aletazos como cuervos, buscando una salida. Por toda la habitación revoloteaban cientos de tomos que, despegando desde las estanterías, se mantenían en el aire o se posaban en los más diversos lugares. En sus vuelos, dejaban caer deyecciones en forma de notas manuscritas (que yo suelo intercalar entre las hojas) o de marcadores de lectura. Me vi impotente para organizar el caos ya que sobrevolaban en zigzag dificultando su aprehensión. Descorrí el amplio ventanal y los libros tomaron la calle formando una gran bandada que se perdió en lontananza. El suelo quedó cubierto de plumas, perdón, de hojas. 

     Sólo uno de los libros se mostraba remiso a abandonar su estante: una biografía de Hitchcock que yo acababa de adquirir. Desde la cubierta, su rostro me sonreía pícaramente.


 

Imagen tomada del blog de la Biblioteca General de la UPV



jueves, 28 de febrero de 2013

Nada que ofrecer



Llevo debajo de la lengua,
palabra tras palabra
todo lo que una vez fue verdadero,
hasta las cosas que no tienen nombre.

Como un extraño miro la lluvia en la ciudad,
y a la luz pensativa de mis manos,
todo, todo se trivializa.

No rechaces los sueños por ser sueños,
–suma y resta del todo y del vacío–.
Sin mujer, sin amigos, sin dinero,
desnúdame, no tengo ya otra cosa.



Este poema podría titularse también Nada mío, ya que es fruto de un ejercicio poético en el que ningún verso de los que lo componen me pertenece, sino a cada uno de los poetas que cito a continuación, y en el orden en que van. Espero que nadie me lo tome a mal y pueda ofenderse.


Autores: José Luis Parra, Enrique García-Máiquez, Pedro Sevilla, Antonio Carvajal, Santos Domínguez Ramos, Gerardo Diego, Jorge Guillén, Pedro Salinas, Felipe Benítez Reyes, Luis Alberto de Cuenca y Pablo García Baena.

miércoles, 20 de febrero de 2013

Carta de García Márquez


     Metidos de lleno como estamos los "piráfulos" en la confección de una novela, "trabajo fin de curso" de nuestro taller literario,  no he podido resistir la tentación de añadir al blog esta carta de García Márquez, en la que vuelca sus impresiones personales no sólo sobre, por aquella época, su incipiente novela y que llegaría a ser su obra cumbre, Cien años de soledad, sino sobre el proceso creativo de una novela y la importancia de una disciplina de hierro a la hora de abordarla.





Carta de Gabo a Plinio

22 de julio de 1967

Compadre:

Me ha dado una gran alegría lo que me dices del capítulo de Cien años de soledad. Por eso lo publiqué. Cuando regresé de Colombia y leí lo que llevaba escrito, tuve de pronto la desmoralizante impresión de estar metido en una aventura que lo mismo podría ser afortunada que catastrófica. Para saber cómo lo veían otros ojos, le mandé entonces el capítulo a Guillermo Cano, y convoqué aquí a la gente más exigente, experta y franca, y les leí otro. El resultado fue formidable, sobre todo porque el capítulo leído era el más peligroso: la subida al cielo en cuerpo y alma de Remedios Buendía. Ya con estos indicios de que no andaba descarrilado, seguí adelante. Ya les puse punto final a los originales, pero me queda por delante un mes de trabajo duro con la mecanógrafa, que está perdida en un fárrago de notas marginales, anexos en el revés de la cuartilla, remiendos con cinta pegante, diálogos en esparadrapo, y llamadas de atención en todos los colores para que no se enrede en cuatro abigarradas generaciones de José Arcadios y Aurelianos.

Mi principal problema no era solo mantener el nivel del primer capítulo, sino subirlo todavía más en el final, cosa que creo haber conseguido, pues la propia novela me fue enseñando a escribirla en el camino. Otro problema era el tono: había que contar las barbaridades de las abuelas, con sus arcaísmos, localismos, circunloquios e idiotismos, pero también con su lirismo natural y espontáneo y su patética seriedad de documento histórico. Mi antiguo y frustrado deseo de escribir un larguísimo poema de la vida cotidiana, “la novela donde ocurriera todo”, de que tanto te hablé, está a punto de cumplirse. Ojalá no me haya equivocado.

Estoy tratando de contestar con estos párrafos, y sin ninguna modestia, a tu pregunta de cómo armo mis mamotretos. En realidad, Cien años de soledad fue la primera novela que traté de escribir, a los 17 años, y con el título de La casa, y que abandoné al poco tiempo porque me quedaba demasiado grande. Desde entonces no dejé de pensar en ella, de tratar de verla mentalmente, de buscar la forma más eficaz de contarla, y puedo decirte que el primer párrafo no tiene una coma más ni una coma menos que el primer párrafo escrito hace veinte años. Saco de todo esto la conclusión que cuando uno tiene un asunto que lo persigue, se le va armando solo en la cabeza durante mucho tiempo, y el día que revienta hay que sentarse a la máquina, o se corre el riesgo de ahorcar a la esposa.Lo más difícil es el primer párrafo. Pero antes de intentarlo, hay que conocer la historia tan bien como si fuera una novela que ya uno hubiera leído, y que es capaz de sintetizar en una cuartilla. No se me haría raro que se durara un año en el primer párrafo, y tres meses en el resto, porque el arranque te da a ti mismo la totalidad del tono, del estilo, y hasta de la posibilidad de calcular la longitud exacta del libro. Para el resto del trabajo no tengo que decirte nada, porque ya Hemingway lo dijo en los consejos más útiles que he recibido en mi vida: corta siempre hoy cuando sepas cómo vas a seguir mañana, no solo porque esto te permite seguir mañana, no solo porque eso te permite seguir pensando toda la noche en el principio del día siguiente, sino porque los atracones matinales son desmoralizadores, tóxicos y exasperantes, y parecen inventados por el diablo para que uno se arrepienta de lo que está haciendo. En cambio, los numerosos atracones que uno se encuentra a lo largo del camino, y que dan deseos de suicidarse, son algo así como ganarse la lotería sin comprar billete, porque obligan a profundizar en lo que se está haciendo, a buscar nuevos caminos, a examinar otra vez todo el conjunto, y casi siempre salen de ellos las mejores cosas del libro.Lo que me dices de “mi disciplina de hierro” es un cumplido inmerecido. La verdad es que la disciplina te la da el propio tema. Si lo que estás haciendo te importa de veras, si crees en él, si estás convencido de que es una buena historia, no hay nada que te interese más en el mundo y te sientas a escribir porque es lo único que quieres hacer, aunque te esté esperando Sofía Loren. Para mí, esta es la clave definitiva para saber qué es lo que estoy haciendo: si me da flojera sentarme a escribir, es mejor olvidarse de eso y esperar a que aparezca una historia mejor. Así he tirado a la basura muchas cosas empezadas, inclusive casi 300 páginas de la novela del dictador, que ahora voy a empezar a escribir por otro lado, completa, y que estoy seguro de sacarla bien.

Yo creo que tú debes escribir la historia de las tías de Toca y todas las demás verdades que conoces. Por una parte, pensando en política, el deber revolucionario de un escritor es escribir bien. Por otra, la única posibilidad que se tiene de escribir bien es escribir las cosas que se han visto. Tengo muchos años de verte atorado con tus historias ajenas, pero entonces no sabía qué era lo que te pasaba, entre otras cosas porque yo andaba un poco en las mismas. Yo tenía atragantada esta historia donde las esteras vuelan, los muertos resucitan, los curas levitan tomando tazas de chocolate, las bobas suben al cielo en cuerpo y alma, los maricas se bañan en albercas de champaña, las muchachas aseguran a sus novios amarrándolos con un dogal de seda como si fueran perritos, y mil barbaridades más de esas que constituyen el verdadero mundo donde tú y yo nos criamos, y que es el único que conocemos, pero no podía contarlas, simplemente porque la literatura positiva, el arte comprometido, la novela como fusil para tumbar gobiernos, es una especie de aplanadora de tractor que no levanta una pluma a un centímetro del suelo. Y para colmo de vainas, ¡qué vaina!, tampoco tumba ningún gobierno. Lo único que permite subir una señora en cuerpo y alma es la buena poesía, que es precisamente el recurso del que disponían tus tías de Toca para hacerte creer, con una seriedad así de grande, que a tus hermanitas las traían las cigüeñas de París.

Yo creo por todo esto que mi primera tentativa acertada fue La hojarasca, y mi primera novela, Cien años de soledad. Entre las dos, el tiempo se me fue en encontrar un idioma que no era el nuestro, un idioma prestado, para tratar de conmover con la suerte de los desvalidos, o llamar la atención sobre la chambonería de los curas, y otras cosas que son verdaderas, pero que sinceramente no me interesan para mi literatura. No es completamente casual que cinco o seis escritores de distintos países latinoamericanos nos encontremos de pronto, ahora, escribiendo en cierto modo tomos separados de una misma novela, liberados de cinturones de castidad, de corsés doctrinarios, y atrapando al vuelo las verdades que nos andaban rondando, y a las cuales les teníamos miedo; por una parte, porque nos regañaban los camaradas, y por otra parte, porque los Gallegos, los Rivera, los Icaza, las habían manoseado mal y las habían malgastado y prostituido. Esas verdades, a las cuales vamos a entrar ahora de frente, y tú también, son el sentimentalismo, la truculencia, el melodramatismo, las supersticiones, la mojigatería, la retórica delirante, pero también la buena poesía y el sentido del humor que constituyen nuestra vida de todos los días.

    Un gran abrazo,Gabo



(Carta que García Márquez envió a su amigo Plinio Apuleyo Mendoza, incluída en el libro ‘Gabo. Cartas y recuerdos’.)


lunes, 18 de febrero de 2013

Texto de Bocanegra para la presentación de la novela Karnaval


Presentación de la novela “KARNAVAL
Miércoles, 6 de Febrero 2013, a las 20 horas. FUNDACIÓN
CABALLERO BONALD
Presentador: José María Ruiz Vega


        
         Buenas tardes a todos y bienvenidos a este coliseo  de las letras. La Fundación Caballero Bonald, como  ya sabéis, trae como propuesta la presentación del premio Herralde de Novela, otorgado en noviembre del pasado año al escritor malagueño Juan Francisco Ferré por su obra Karnaval. Es un honor para mí hacerlo y agradezco a la Fundación la invitación.


         A veces sucede que suena el teléfono de tu casa y surge la sorpresa: se trata de la llamada de un amigo que, con el pretexto de desearte un feliz año nuevo, te arroja un envite inesperado que te deja sonado unos segundos. Mi amigo Fernando Domínguez, gerente de  esta Fundación, fue el artífice de la llamada y el instigador de que yo esté exactamente aquí. Nos conocemos desde hace más de veinte años, allá en la desaparecida Librería Alternativa, compartiendo trasiegos y encuentros con el mundillo editorial y con los propios autores. Y como antaño, ha podido constatar que todavía me quedan resquicios de temeridad, impropio  en mi edad tardía.


          Sólo aspiro a tener condescendencia por parte de Juan Francisco Ferré, aprovechando estos tiempos de carnavales tan propicios para excesos y licencias. Al público asistente les prometo brevedad y empeño.


         Cuando pregunté a Fernando que de qué escritor se trataba, él, haciendo acopio de su veteranía en estos lances, me habló primero de las excelencias del premio Herralde y luego del autor de la novela, apuntándome las ínfulas transgresoras de su escritura. Esto último me gustó.

         Conocía la noticia por la prensa, pero confieso que de Juan Francisco Ferré sabía poquísimo y por supuesto nada había leído de su obra. Y le dije en un alarde de  arrojo: –Vale Fernando, cuenta conmigo, me tiro al vacío.

         Después de colgar el teléfono noté que el miedo  se me había colado por el cuerpo. ¿Y si la novela Karnaval, con K, no me gustara?, me preguntaba. Tiene guasa presentar a un autor que el único libro que has leído de él resultara un fiasco para ti y encima tuvieras que recomendarlo a un auditorio. ¡Menuda papeleta! Al poco  me serené y descarté estos infundios ya que contaba con un buen aliado, Anagrama, una editorial que me aseguraba que la calidad literaria del libro estaba garantizada. Así que con este salvoconducto me dispuse a pasar las fronteras de Google buscando todas las entradas con  Juan Francisco Ferré. Mis miedos se disiparon cuando vi a Ferré en Youtube disertando sobre Foster Wallace, un autor que me fascina. Este hallazgo , así como su blog y afición al cine, animaron mi tarea. Sólo me  quedaba desvelar su escritura y, en una semana intensa, devoré las entrañas de Karnaval hasta el final de sus quinientas veintinueve páginas.
        
         Y Ahora hablemos del escritor y su obra:

         Juan Francisco Ferré nació en Málaga en 1962, en los 80 se doctoró en Filología Hispánica. Es  profesor-investigador de la Universidad de Brown en Estados Unidos, donde imparte clases de narrativa, cine y literatura. Colabora con artículos en diversos medios, como La Vanguardia y Diario Sur, y también en  revistas literarias como Letras Libres, Quimera, Boca de Sapo o Eñe. Es autor de las antologías El Quijote. Instrucciones de uso, aparecida en 2005  y Mutantes. Anteriormente en el año 2002 publicó la novela La vuelta al mundo, título con el que Ferré emprendería más tarde su blog literario para volcar sus aficiones y aversiones culturales, con especial énfasis en la crítica cinematográfica. En 2003 publica la novela I love you Sade, un ensayo-ficción lleno de ironía y perversiones. También en el año 2005 sale a la luz la novela La fiesta del asno que trata sobre el tema del terrorismo, traducida al francés el año pasado, y a la que Juan Goytisolo le dedica encendidos elogios. De la misma novela dice el escritor Manuel Vilas que “Ferré es un escritor de una moral incompasiva y de una invención cáustica”.
        
         Luego en el año 2006 publicó la colección de ficciones Metamorfosis®. Ferré forma parte de la Generación Nocilla, un término para algunos algo friki y  prefieren denominarla generación Afterpop. Ferré y Fernández Mallo ejercen de hermanos mayores de este movimiento donde la estética responde al exceso de simbolismo de la televisión. Las características literarias de esta generación  se resumen en la fragmentación, la interdisciplina y un rechazo a la literatura convencional. 

         Más tarde, en el año 2009, Juan Francisco Ferré irrumpe en el panorama editorial con una provocadora novela, Providence, finalista del Premio Herralde de Novela que obtuvo una buena acogida crítica, también en su edición francesa. En el 2011 publica Mímesis y Simulacro un ensayo sobre la realidad de la novela desde el Marqués de Sade hasta su admirado David Foster Wallace. El libro, en palabras de Ferré, apuesta por la novela como género mutante y transversal, promiscuo y omnívoro.
        
         Creo que no me dejo nada en el tintero, según mis indagaciones.

         He procurado leer  otro libro del autor, concretamente Metamorfosis, pero me comenta mi librero que la edición está agotada, no obstante ya estoy sumergido en su anterior novela, Providence y en verdad  ya  no me siento tan huérfano.

         Hablemos finalmente de Karnaval, con K:

         La novela Karnaval  me ha encantado. Me gustaría compartir brevemente con ustedes mi experiencia lectora de esta novela, aunque de sus entrañas y proceso creativo el autor nos dirá cosas más interesantes, después de que yo calle.

         Estamos ante un sesudo escritor que no le gusta quitar peso a la novela, ni páginas. Me encanta que el autor juegue conmigo y se extienda, cuando me atrapa su historia. La sensación que tengo después de leer Karnaval es haber asistido a una gran farsa novelesca, provocativa e insolente, que se debate en el tinglado político, económico, cultural y sexual que nos rodea a todos. Ferré ha montado un artefacto donde, la narración y el diálogo interior transcurre por derroteros de documental y crónica, donde un narrador en primera persona  se intercala con otro omnisciente para contarnos esta historia grotesca. Una historia que parte de un escándalo ocurrido en la suite de  un hotel de lujo en Nueva York y que provoca la caída del todo poderoso director del FMI. En las cartas que el protagonista envía a los poderosos de la tierra, Ratzinger, Obama, o Bill Gates, clama ante la pérdida de fe en el sistema neocapitalista y pide su redención. Denuncia con una ironía profunda todas las mascaradas del mundo llena de imaginación y pensamiento crítico. Aparece un coro de voces de pensadores y escritores, como Philip Roth, Houellebecq, Harold Bloom o de la feminista Beatriz Preciado que opinan y reflexionan  sobre el caso Strauss-Khan. En este paréntesis a mitad del libro, Ferré parece dar una tregua al lector en la trama de la historia, pero, al contrario, le aprieta las tuercas con los juicios de sus invitados sobre el malogrado protagonista.
        
         Una novela nada convencional, todo lo contrario, es fresca. Karnaval es un tinglado fragmentario en su creación que nos fabula la crisis, la quiebra democrática y también la indignación. Ferré utiliza la técnica del capítulo corto acudiendo a la fuerza del  título como sorpresa creativa: El infierno de las mujeres, La mirada asesina, El ángel exterminador, La monja sangrienta... y así hasta sus cuarenta y seis capítulos. Todo un derroche imaginativo de encabezamientos brillantes. Los seis primeros capítulos están construidos en un sólo párrafo, pero Ferré lo sostiene con frases cortas, llenas de intensidad que logran un arranque de la novela  que atrapa y amarra por las cinturas al lector.

         Karnaval es una oportunidad para el que esté harto de tanta literatura comercial. Es una ocasión de apartarse de historietas sin consistencia y novelas policiacas con olor a humedad. Karnaval es un gran acontecimiento literario para leer sin miedo. Una novela irreverente de muchos registros donde la risa inteligente, la libertad de pensamiento y el buen humor están asegurados. Y donde la provocación al lector a participar de la farsa es inevitable. “Los dioses de este mundo mueren cuando la gente deja de creer en ellos o en su poder benéfico”, dice Ferré casi al final del libro.

         Os confieso que tengo el libro lleno de anotaciones y subrayados. Hacía tiempo que no me lo pasaba tan bien con un libro. Karnaval, una novela transgresora y heterodoxa, lo ha conseguido con creces. Eso sí, Karnaval  tiene riesgo para el lector común al asistir a una complejidad creadora que requiere predisposición y Ferré lo sabe y se ayuda del humor y el esperpento como bálsamo. Es una literatura sobreabundante con un discurso poderoso, con ingenio y como dije anteriormente, con humor. Os recomiendo este libro vivamente.

        
         Es maravilloso presentar a alguien a quien apreciamos y conocemos. Siempre es un placer presentar a un autor querido y admirado. Pero como ya confesé al principio, a Juan Francisco Ferré no le conocía y nada sabía de sus libros. Ahora que le acabo de conocer y admirar su obra, esto es sencillamente un regalo impagable. Gracias Juan Francisco, felicidades  por el merecido premio y ya que estamos en tiempos de carnavales, desvélanos por favor algún secreto de tu Karnaval.