Reconocimiento

Es de ley reconocer la autoría de la escultura que consta como imagen de cabecera de este blog: Se trata de la obra "Mujer en la pira" de la artista Kiki Smith.

MIF


UNA CASA NOBLE

Siempre he vivido en esta casa: ¡Es mi casa! Dicen que es un palacio pero, como no he salido nunca a la calle, no sé distinguir entre una casa y un palacio aunque, por lo que he oído, un palacio siempre es más grande que una casa.

Don Carmelo no me habla; solamente alguna vez, en invierno, cuando está sentado en la biblioteca, oigo su voz profunda que me llama: “Hikso, Hikso”, y yo voy porque a él le gusta que me tienda sobre sus pies calzados con unas horribles pantuflas a cuadros y le dé calor. La verdad es que a mí me agrada posarme allí, estoy calentito, pero me molesta que no me hable; ya sé que él es un noble, venido a menos, pero un noble, creo que conde o algo por el estilo. Una vez oí cómo le decía a su hijo Mauro que él no hablaba con felinos; pero ¿qué se habrá creído…?; yo también soy noble y mi madre me contó que mis antepasados vinieron de Asia, de un país llamado Siam, y que nuestra raza era la más aristocrática de la comunidad gatuna.

Normalmente llevo una vida muy tranquila pero monótona: paseo por la casa, me subo donde se me antoja, y sólo tengo prohibido entrar en la cocina y en un comedor muy grande que tienen preparado como si fueran a dar un banquete, pero cuyos muebles están bastante deteriorados, sin embargo son bonitos y parecen de gran calidad.

A veces me siento delante de alguna de las vitrinas y contemplo objetos preciosos, como porcelanas o abanicos, que creo pertenecieron a la familia de la señora de don Carmelo, la cual hace tres años que no vive aquí; la verdad es que yo no la he visto nunca y, según los cotilleos de las criadas, los señores están separados y ella, que también es noble, se ha ido a vivir a un pueblo donde tiene un castillo, que ha convertido en hotel.

Mis mejores días son cuando viene Mauro y pasa aquí una o dos semanas. Suele traer su ordenador portátil y entonces puedo aprender mucho, porque deja que me suba a la mesa donde coloca el aparato e incluso me comenta algunas de las cosas que van saliendo en pantalla. ¡Qué maravilla de técnica!

Un día me dijo: –Vamos a ver cual es el significado de tu nombre–, y empezó a teclear y… –Pues… resulta que los hiksos fueron unos invasores de Egipto–. (Qué internacional soy, pensé); pero de inmediato me sentí indignado: “¿yo un invasor…?” Lancé un maullido como si hubiesen pisado mi cola, y él lanzó una carcajada aún más sonora que mi maullido. –No te enfades, que tú no eres un invasor, sino un miembro más de la casa–, me aclaró y me dejó más conforme.

Me he enterado que Mauro se marcha mañana ¡qué pena! Ya solo me queda mi vida rutinaria, pero estoy pensando que me voy a escapar durante un par de días; quiero conocer algo del mundo exterior, aunque luego regresaré y esperaré a que vuelva Mauro con su ordenador.

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