¡Será puta la muerta!
Ya olió a un recién llegado,
carne blanca, aún fresca,
carne que le ha excitado.
Sale abriendo la puerta
del panteón de al lado,
buscando otra vez guerra,
como un gato encelado,
mirando la bragueta
de un recién enterrado
donde adivina que cuelga
un suculento pingajo.
Va por la noche, la muerta
su esqueleto mostrando
y entre tumbas pasea
sus harapos desgarrados
Pinta de añil sus cuencas,
de cal, sus huesos planos,
y perfuma con hiedra
su área de trabajo:
Un hueco entre caderas
huella de aquel pasado,
donde sobre la tierra
pasaron mil soldados
¡Será puta la muerta!
Ni respeta el camposanto;
si ve una losa abierta,
con ansia mete la mano
y rebusca entre la hierba
el cuerpo de un buen macho
que joven la mantenga
para seguir jadeando,
pues aunque nadie lo crea
tiene de vez en cuando,
si le gusta la tarea,
un putrefacto orgasmo.
Lleva en la calavera,
crisantemos morados
y en su ósea pechera,
huellas de senos blandos,
cuelga una foto negra
de un amante admirado
y en su camino espera...
espera oír el reclamo,
como canto de sirena,
de un silbido barato
que sólo ella interpreta:
¡Vaya muerta más buena!
¡Será puta la muerta!
En los nichos, con un palo
hurga sin que la vean
buscando finos zapatos
que la hagan más esbelta...
y dientes no cariados,
collar de muertas perlas
para un cuello descarnado
y así sentirse más bella...
y recoge cualquier trapo,
fúnebre vestimenta.
que arregla con desparpajo
Los sábados, ¡alerta!
un conde, muerto de vago,
de mujeres y borracheras,
reclama vicio a destajo
y qué mejor que la muerta
para su fin depravado.
A la hora de la siesta,
el cementerio callado,
los dos, a tumba abierta
dan gusto a sus colgajos.
Nadie duda a ciencia cierta
que eso son los fuegos fatuos.