Reconocimiento

Es de ley reconocer la autoría de la escultura que consta como imagen de cabecera de este blog: Se trata de la obra "Mujer en la pira" de la artista Kiki Smith.

lunes, 25 de marzo de 2013

Diario de Invierno -Paul Auster-



Acabo de leer "Diario de Invierno" de Paul Auster, autor de los que suele visitar mi biblioteca con relativa frecuencia. Me ha llamado la atención su escritura en segunda persona, algo, para mí, difícil de mantener a lo largo de una obra. Me he sentido cómplice de su biografía novelada ya que tenemos una edad parecida (Paul es algo mayor) y, salvando las diferencias, no deja de recordarme una época de connotaciones generacionales similares. Tengo en mente señalar en un plano de Nueva York  los diversos lugares de residencia que el autor va recorriendo a lo largo de la obra y en lo que se basa fundamentalmente la novela (que incluye sus otros domicilios, tanto en EE.UU. como en Europa) Además, quiero animarme y animar  a mis colegas de taller en nuestro ejercicio fin de curso, o sea, esa novela que a todos se nos resiste. Por qué digo esto: porque Paul Auster rellena algunas páginas con descripciones superfluas (por ejm, qué objetos puede asir uno con sus manos, citando una gran cantidad de posibilidades) Es una pena pero tengo estropeado el scaner y no he podido adjuntar esa y otras páginas al respecto.

 En definitiva, recomiendo este libro que, sin duda, nos ayuda a conocer mejor a su autor, su sensibilidad, su ideología y en suma, cómo enfoca su pasado y cómo presiente su futuro.


jueves, 14 de marzo de 2013

Precaución

    Esta tarde, a las cuatro y media, está previsto un robo en mi casa. He pasado la mañana preparando el terreno, así que oculté en la leñera parte de los objetos que estimo más valiosos y repartí entre los vecinos algunas joyas y dinero. Con indisimulada estrategia, he guardado en un cajón, bajo unos papeles, un reloj chapado en oro que apenas uso, algunos billetes y un rimero de monedas para que puedan ser localizados sin necesidad de una exhaustiva batida. También he dejado a mano mi colección de discos y películas cuyo traslado me ocuparía demasiado tiempo y esfuerzo. No he corrido el cerrojo de la puerta principal ni el pestillo de la portezuela que da al jardín. Para qué tomarme la molestia: las ventanas son fácilmente accesibles y cualquier cuidado extra resultaría estéril. Tras un liviano almuerzo, me he recostado en el sofá intentando vencer la somnolencia que me sobrevuela. Miro el reloj: las cuatro y veinticinco. Cierro los ojos y espero. Con puntualidad suiza, oigo el "crag" de un cristal y el crujir del suelo entarimado quejándose de unos pasos que pretenden ser silenciosos.




lunes, 11 de marzo de 2013

Medardo Fraile



Ha muerto el escritor madrileño Medardo Fraile en Glasgow (Escocia) donde residía. Dominaba con soltura el cuento del que decía que era el género más directo pues si bien la novela puede tener hojas de relleno, el cuento no permite tener una sola línea superflua. Resaltaba lo siguiente: "En mis cuentos es más importante lo que ocurre por dentro de la narración que lo que sucede por fuera, los personajes están perfilados y predestinados a afrontar una serie de acontecimientos, y la conclusión queda siempre abierta a la posibilidad de que el lector determine el final".

Aunque no muy conocido, es considerado como uno de los cuentistas más valorados desde la postguerra.

Se enmarca en la generación del medio siglo, junto con Ignacio Aldecoa, Carmen Martín Gaite, Sánchez Ferlosio, Ana María Matute o Jesús Fernández Santos, entre otros.


El motivo de traer a este blog la figura de Merardo Fraile, además de un merecido homenaje a su trayectoria literaria, es la de recordar a los "piráfulos" aquella tarde en el taller en la que analizamos unos de sus cuentos: "El album" que añado para su relectura.




Medardo Fraile 


El álbum, de Cuentos de verdad


" Entraron aprisa en el café y se sentaron. La impaciencia les encendía los ojos al dejar el paquete sobre la mesa. Ella, apenas sentada, comenzó a abrirlo, mirando con amor, alternativamente, la cinta roja sobre el papel y el rostro de él con ligero orgullo protector y expectante. 

-¿Qué van a tomar?

-Café con leche. ¿Y tú?

-Lo mismo.

En la mesa apareció con pastas de color azul marino, como el traje de los días señalados, el álbum de las chocolatinas. Era un gran día. Habían hablado de él como se habla de cuando llegará un niño. Aquel álbum representaba el tesón del novio en su niñez, que había reunido una estampita tras otra hasta cubrir todas las ventanillas sin paisaje de aquel libro difícil. 
Sus compañeros de colegio -él lo recordaba- habían dejado en el álbum huecos de desamor y desidia. Y el álbum, ahora flamante sobre la mesa, mostraba la solicitud en el tiempo de un hombre cuidadoso, fiel toda su vida a sus más inocentes alegrías, al objeto de su ilusión más nimia. Para la novia, aquel álbum implicaba tesón y constancia. Tenían sobre la mesa el café con leche del amor humilde, pero tenían también dentro del libro las maravillas todas del Universo, y se pusieron a deshojarlas con lentitud amorosa, como si en ello les fuera su felicidad, el sí o el no. 

-No: hoy "Las Mariposas", no -decía ella con tremendo gozo-. Hemos visto ya "Los Grandes Inventos".

Cada hoja les aproximaba, día tras día, un poco más. El día de "Las Mariposas", ella balanceó sus pestañas en el aire hacia un hombre joven que estaba enfrente sentado, y él-el novio&- tuvo celos. Pero ella ni había mirado siquiera a aquel hombre: quería simplemente mariposear con sus finas pestañas. El día de "Las Aves Domésticas" proyectaron un canario naranja transparentándose en el hogar que tendrían, en la ventana con sol: "Mejor, blanco", insinuaba él. "No, tiene que ser naranja", decía resuelta ella, entornando los ojos como si le dañara el agridulce color del pájaro. En "Las Aves Exóticas" pusieron sobre el pelo de ella, suave, un sombrerito atrevido de vistosas plumas en una tarde con risa en el mundo, y champaña y "confetti". En "Flores para Regalo" él la obsequió con doce tulipanes para que no olvidara alguna cosa. Al llegar a "Animales Prehistóricos", tuvo ella miedo y se acercaron más. Él quiso continuar más días viendo "Los Animales Prehistóricos", pero ella se negó y entró en la hoja rutilante de"Las Piedras Preciosas". Ante "Las Piedras Preciosas" él anduvo receloso por sentimiento atávico. Veía en los ojos de ella cierta cortesana desfachatez, ciertas desmesuradas pretensiones, que le tuvieron en desazón toda la tarde y que interpuso entre ellos una pastosa frialdad anfibia. En "Las Algas" enredaron sus dedos, manos, brazos, miradas y palabras. Con "La Evolución del Automóvil" lo pasaron bien, dieron saltos y frenazos bamboleantes sobre sus sillas. Con "Las Fieras" se identificó ella de tal forma, que los ojos se le llenaron de instinto y él se encontró como un domador trágico que de un instante a otro podía perecer. Con "La Fauna del Mar" cruzaron una y otra vez por los ojos de él y de ella los peces cariñosos, perezosos, suaves, del amor, y estuvieron pasando toda la tarde mansa, humildemente. Al llegar a "Las Frutas", ella, con un rubor, posó su mano sobre las manzanas para que él no tuviera ningún pensamiento avanzado, para que no pensara como Adán. 
Terminaron el álbum, y estaban tostados y palpitantes como después de un largo viaje. Era como si volvieran con los mismos recuerdos de una luna de miel respetuosa. Ella esperó todos los días -sobre todo el último- a que él dijera: "El álbum para ti, te lo regalo." Pero no lo hizo. Llenar aquel libro de cromos había sido la gracia de su niñez, le había proporcionado entrada de honor en todas las visitas. Y cogió su álbum y se lo guardó. Ella, de haberlo tenido, le habría devuelto su regalo en palabras llenas de entendimiento y colores, en experiencia del mundo, en primores de planta y honduras de mar. Pero así las tardes fueron enfriándose, se aburrían y hacían tos de las palabras rotas. Y un día ella -que se había enamorado de aquel álbum- le dijo adiós a él. Y él tendrá que sacarlo de nuevo en su vida, cuando llegue la hora, sin atreverse a regalarlo nunca. "

miércoles, 6 de marzo de 2013

Plumas de papel



     El alboroto partía de mi biblioteca. El zumbido, similar al de un enjambre de abejas gigantes, era ensordecedor y se acompañaba de golpes secos sobre paredes y muebles. Cuando abrí la puerta, rozaron mi cabeza varios libros con las pastas abiertas dando aletazos como cuervos, buscando una salida. Por toda la habitación revoloteaban cientos de tomos que, despegando desde las estanterías, se mantenían en el aire o se posaban en los más diversos lugares. En sus vuelos, dejaban caer deyecciones en forma de notas manuscritas (que yo suelo intercalar entre las hojas) o de marcadores de lectura. Me vi impotente para organizar el caos ya que sobrevolaban en zigzag dificultando su aprehensión. Descorrí el amplio ventanal y los libros tomaron la calle formando una gran bandada que se perdió en lontananza. El suelo quedó cubierto de plumas, perdón, de hojas. 

     Sólo uno de los libros se mostraba remiso a abandonar su estante: una biografía de Hitchcock que yo acababa de adquirir. Desde la cubierta, su rostro me sonreía pícaramente.


 

Imagen tomada del blog de la Biblioteca General de la UPV