Reconocimiento

Es de ley reconocer la autoría de la escultura que consta como imagen de cabecera de este blog: Se trata de la obra "Mujer en la pira" de la artista Kiki Smith.

domingo, 23 de diciembre de 2012

Homenaje




Estoy tendido en la cama en medio de una habitación con las paredes blancas. Mi cuerpo yace cansado y mi cabeza se encuentra apoyada sobre dos almohadones desde donde puedo ver cómo me rodean varias personas, hombres y mujeres jóvenes que me miran con ojos expectantes. Algunos de ellos no pueden aguantar las lágrimas. Siento que alguien me toma de la mano. De tanto en tanto una voz se acerca a mi oído y me dice “papá, te quiero”. Estas muestras de afecto me infunden toda la alegría que mi estado me permite sentir. Pero me faltan las fuerzas, noto que se acerca el final, poco a poco me abandona la lucidez. Las imágenes que me circundan se van diluyendo y en su lugar comienzo a atisbar otras diferentes.

Estoy en una playa. Hace un esplendoroso día azul. El sol, único rey en el cielo, arranca esquirlas de plata a las crestas de las olas. Un grupo de jóvenes, como un bando de gaviotas, de repente sale corriendo hacia el mar: las chicas apenas tapadas con bikinis de colores, los chicos luciendo músculos en sus torsos que brillan. Un griterío estridente se levanta cuando alcanzamos el agua que nos sorprende con su frescor. Jugamos. La pelota va y viene golpeada inmisericordemente por ágiles manos. Me pongo a nadar. Me alejo un poco. De pronto un mareo hace girar mi cabeza en un torbellino. La vista se me nubla.

Veo la habitación blanca, la cama, mi cuerpo exánime, mi cabeza cana que apenas se eleva un poco por encima de las almohadas, los jóvenes que me rodean. Siento una mano que agarra la mía. De tanto en tanto alguien se acerca a mi oído y me dice “papá, te quiero”. Me han puesto una máscara en la cara. El aire fresco me hace bien en el rostro. Intento decir algo pero me faltan las fuerzas. Vuelvo a desfallecer. El cuarto desaparece.

De nuevo se ilumina la claridad de la playa. Estoy tendido boca arriba en la arena. Me rodean mis amigos jóvenes algunos de los cuales lloran y se tapan la cara de espanto. Noto que alguien me golpea el pecho y que me soplan aire en la boca. Un gusto salado me irrita la garganta y los pulmones. No puedo respirar. Me encuentro cada vez más débil. Intento recobrar el sueño del cuarto blanco, la cama, el anciano tendido, figuras que están cada vez más lejos y soy incapaz de recuperar. Desfallezco. Oigo voces a mi alrededor que dicen que no se me nota el pulso, que he estado mucho tiempo debajo del agua antes de que me sacaran, que no vale la pena seguir intentándolo. No tengo fuerzas para abrir los párpados y menos para hablar y entonces comprendo que me estoy muriendo, que me he ahogado, que me habría gustado morir de viejo rodeado por mis hijos tendido en una cama de una habitación blanca.
Queremos tanto a Julio

1 comentario:

  1. Es curioso, Rafael, hace ya algún tiempo escribí un relato similar , si bien en otro entorno y circunstancias. Me ha gustado.

    Un abrazo

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